viernes, 1 de mayo de 2009

SOCIEDAD CIVIL INSTITUCIONAL HOY.

La transformación del Estado ha incluido de forma determinante el cambio de las sociedades y los medios de producción de las mismas, así pues las ideas de los filósofos como Rosseau y Locke transgreden de manera intelectual las barreras de lo establecido premiando a la educación como el instrumento que enriquece a la sociedad civil como tal y dota a los ciudadanos como el paso a establecer una sociedad concientizada.
Pero de cierta manera es preciso señalar que cada autor que hemos visto señala las características de la sociedad civil. Para Locke sucede que las funciones de los ciudadanos se establecen como en la sociedad entre los padres y los hijos y las obligaciones que a cada uno les compete como el matrimonio o el servicio militar, este es uno de los preceptos que se desarrollan en las finalidades del pacto social, la existencia de leyes que nos distingan de ciudadanos y no ciudadanos, como los esclavos perdieron sus libertados y los amos tampoco tienen una libertad absoluta .
Para Rousseau la Sociedad civil puede contribuir a la relación de los individuos y puede ejercer que la voluntad general se haga de manera incluyente y posteriormente tratar de que la voluntad general no se obsoleta y de manera tal que cada uno de los individuos pueda ejercer lo que esta delegando.
Rousseau implica dentro de estas gestiones de la sociedad civil, lo que pierde el hombre por el contrato social en su libertad natural y un derecho ilimitado a todo cuanto lo tienta y que puede alcanzar, lo que gana es la propiedad de todo cuanto posee .
Consecuentemente la Sociedad civil de ahora se plasma en estos dos conceptos clave, puesto que como parte de un contrato social, los ciudadanos tenemos que ejercer los derechos individuales que nos deja el contrato social, como la libre propiedad, los deberes de ciudadano, derecho al voto, servicio militar de carrera. Este concepto es muy claro y muy sencillo de contemplar, el de Rousseau, es mucho más complejo, porque se da una dimensión totalmente diferente, como una sociedad civil legitimadora y una sociedad civil que puede ser conciencia política de las situaciones delos Estados, de esta manera, la relación legalidad y legitimidad van de la mano aplicando estos términos hacia las acciones de los Estados sobre los individuos y la reacción de la sociedad civil como parte de un aparato estatal.
De cierto modo, ahora la sociedad civil se cataloga, como ese grupo de individuos concientes que tratan de hacer gestiones políticas y defender los derechos humanos y las injusticias que suceden en una sociedad moderna como la nuestra.
Pero veamos, estas organizaciones que son parte y se consideran de la sociedad civil, son imposible que corrompan el poder político al cual están sirviendo, son un símbolo de legitimar acciones de los gobiernos neoliberales de hoy en día, es una nueva forma de táctica política para creer en los gobiernos.
Consecuentemente a estos términos, el hombre jamás dejará de guiarse por la ambición y será su mismo lobo, como decía Hobbes, actualmente la erradicación de la pobreza y problemas sociales que se sirve la sociedad civil actual, emprenden de cierta manera una campaña política que determina quien hace más por tal problema social. Esto es sociedad civil hablando en términos de un grupo de personas e instituciones.
Sin embargo, la participación de los ciudadanos es indispensable en este mundo donde cada vez más la enajenación y la ignorancia son más comunes y precisamente necesitamos una sociedad civil pensante no institucionalizada, que sepa a donde dirigirse.
No se necesita más burocracia dentro de los Estados, tampoco se necesita desaparecer el Estado, se necesita una sociedad civil sólida y emprendedora, que no se quede en un movimiento social y efímero, una pugna constante antirreformista que en realidad comprenda que no hemos salido del Estado de Guerra y de la bestialidad del ser humano. Esto tal vez sea utópico porque siempre han sido mayorías, pero como decía Spinoza. Una minoría organizada, puede contra todo.
Realmente las leyes no son la manera en la cual pueda ser equitativa la justicia en nuestra sociedad, hay que comprender que seguimos siendo animales y que nos seguiremos comiendo los unos a los otros, la guerra es lo más humano que hay porque es parte de la bestia que el ser lleva dentro, pero también es posible que dejemos de pensar como bestias y tratar de cambiar el mundo deteriorado, todo suena a utopía porque cada cabeza es un mundo y algunos somos más bestias que otros.
Las Sociedad Civil y el Estado Civil, son nuevos paradigmas ante la pronta desaparición del Estado, por eso la Sociedad Civil de hoy en día se refugia en las pugnas políticas, para con la reducción del Estado asciendan su poder político y económico, vinculándose en dar limosnas a los más necesitados. La otra Sociedad Civil como ?el deber ser? de los seres humanos será incorromplible, porque todo son leyes y porque cada uno desde que nace y le hacen un acta de nacimiento es parte del contrato social puede estar o no de acuerdo con el régimen, pero el contrato lo exige, aunque se dice que el contrato social no debe ser escrito, cada movimiento de leyes obedece a aquel cuerpo político y jurídico que rige a los hombres en sociedad.

THOMAS HOBBES: LA TRADICIÓN CONTRACTUALISTA


Thomas Hobbes (1588-1679) nació en Malmesbury, Inglaterra, de padres pobres e incultos. Siendo un niño precoz, sin embargo, su tío le proveyó la ayuda financiera que necesitaba y lo envió a la Universidad de Oxford. Al encontrar el pensum de lógica escolástica aburrido y la física aristotélica confusa y fastidiosa, dedicó la mayor parte de su tiempo a la lectura de los clásicos de la literatura. Al graduarse en 1608, Hobbes fue seleccionado como tutor de uno de los hijos de la familia Cavendish, familia a la cual permaneció unido la mayor parte de su vida. En calidad de tutor, Hobbes tuvo suficiente tiempo para reflexionar, viajar y para conocer y tratar a destacados filósofos y científicos contemporáneos suyos, como Galileo, Bacon, Kepler y Descartes.



Durante su período de desarrollo intelectual, la escena política inglesa era una escena de continua crisis y agitación. Cuando la tensión entre el Parlamento y el rey Carlos I estaba en su punto más crítico, Hobbes escribió un tratado político en el que defendía la doctrina de la soberanía absoluta del monarca. Él creía que la soberanía absoluta era una condición necesaria para una sociedad segura y pacífica, argumentando que si la autoridad suprema fuera limitada y dividida, como por ejemplo, entre el Rey y el Parlamento, sólo el caos podría resultar. Aunque no hizo ninguna referencia a la situación del momento, Hobbes pensó que se exponía a ser perseguido por el Parlamento, de manera que huyó a Francia. Durante este exilio autoimpuesto e innecesario (1640-1651), se dedicó a la investigación filosófica, fue tutor del futuro Carlos II, y escribió su importante tratado político Sobre el Estado (De Cive) en 1642, y su mayor obra filosófica, el Leviatán, en 1651.

Después de su retorno a Inglaterra, Hobbes permaneció alejado de la escena política, pero siguió escribiendo. El trabajo más significativo de este período fue De Homine (Sobre el Hombre), publicado en 1658. Aunque los trabajos de Hobbes muestran un trabajo académico fino, se distinguen particularmente por su penetración y originalidad.

Históricamente, Hobbes fue el primer filósofo que aplicó sistemáticamente los supuestos básicos de la ciencia del siglo XVII al comportamiento humano. Impresionado por los avances en filosofía natural, de Copérnico en astronomía, de Galileo en física y de Harvey en fisiología, Hobbes intentó obtener resultados similares en otras ramas de la filosofía [2]. Entrevé la unificación de todas las ramas de la filosofía con el estudio de los cuerpos inertes, de los cuerpos vivos y de los cuerpos políticos. Convencido de que la clave del éxito de la física radica en su materialismo mecanicista la idea de que todo se reduce en última instancia a cuerpos materiales en movimiento, Hobbes extiende esta doctrina a la psicología y a la filosofía moral y política. Cree que, aunque las distintas ciencias investigan diferentes asuntos, las leyes básicas de cada ciencia describen los movimientos de los cuerpos.

La filosofía moral de Hobbes está directamente relacionada con su teoría psicológica, en la cual sostiene una concepción mecanicista de la motivación humana. Hobbes se opone a la noción prevaleciente en su tiempo de que la mente y el cuerpo son sustancias diferentes, y sostiene que los fenómenos mentales no son más que movimientos fisiológicos. La acuciosa naturaleza de su psicología se hace más notoria en el análisis mecanicista de las acciones voluntarias. Para él, las acciones voluntarias son una variedad de mociones animales, que llama esfuerzos, o predisposición a actuar de cierta manera. Los esfuerzos son iniciados mecánicamente por estímulos sensoriales, aumentados por la acción de la imaginación y de la memoria, y guiados por una valoración cuidadosa de la situación. Los tipos más importantes de esfuerzos son los deseos y las aversiones. Los deseos lo mueven a uno a perseguir ciertos objetos, y las aversiones a evitar otros. Los esfuerzos no son solamente los determinantes principales de la conducta, sino también la base de las evaluaciones.

Evaluar objetos o acciones como buenas o malas no depende, insiste Hobbes, de nada más que de los deseos y aversiones. Ningún objeto o acción es intrínsecamente buena, esto es, buena por su propia naturaleza. Más bien, la gente llama buenos a los objetos de su deseo, y malos a los objetos de su aversión. Por lo tanto, los juicios o evaluaciones son transitorias y relativas a cada individuo. Los valores son transitorios, porque el deseo por un objeto puede cambiar a la indiferencia o incluso a la aversión: lo que es bueno en una ocasión puede en otra ser éticamente neutral o incluso malo. Los valores son relativos a los individuos, porque una persona puede amar un objeto en una situación y detestarlo en otra. El mismo objeto puede ser simultáneamente bueno, malo o indiferente.

Otra característica de la teoría psicológica de Hobbes es su concepción de la naturaleza humana como completamente egoísta. Él describe a las personas como siendo por naturaleza enteramente egoístas o desprovistas de auténticos sentimientos de simpatía, benevolencia o sociabilidad. Cada individuo está preocupado exclusivamente en la gratificación de sus deseos personales, y la medida de la propia felicidad es el éxito alcanzado en mantener un flujo continuo de gratificaciones. Hobbes llama poder al medio para alcanzar el objeto del deseo. Él sostiene que en un estado natural, los individuos son aproximadamente iguales en sus poderes físicos y mentales. Bajo estas condiciones, la competencia intensa elimina virtualmente todas las posibilidades de que los individuos alcancen la felicidad, y lo que es más serio, amenaza su propia supervivencia.

Hobbes cree que la razón apunta a la cooperación colectiva voluntaria como la manera más efectiva de que los individuos utilicen sus poderes. Cuando nuestro derecho a hacer lo que satisfaga nuestros deseos es elevado a la categoría de autoridad central, se dan las condiciones necesarias para nuestra supervivencia y felicidad. Cada individuo, en efecto, asegura: Yo autorizo, y cedo mi derecho a gobernarme a mí mismo, a este hombre o a esta asamblea, bajo esta condición: que tú cedas también a tu derecho y autorices todas sus acciones en la misma forma en que lo hago yo. Es a través de un contrato social que el estado de naturaleza se transforma en sociedad civil.

Dícese que un Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará, por mayoría, el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han votado en contra debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran suyos, al objeto de vivir apaciblemente entre sí y ser protegidos contra otros hombres (Leviatán, Cap. XVIII).

Con el establecimiento de la comunidad a través del contrato social, Hobbes dice que se dan las condiciones necesarias y suficientes para que se haga presente la moralidad. Lo que sea que vaya de acuerdo con la ley del soberano es correcto, mientras que lo que se desvía de ella es incorrecto. Hobbes establece por tanto la autoridad civil y la ley como el fundamento de la moral. Él argumenta que la moral requiere autoridad social, la cual debe estar en las manos del soberano. La voluntad de un poder soberano cuya autoridad es absoluta e indivisible constituye la única ley por la cual el comportamiento humano puede ser regulado apropiadamente. La moralidad, entonces, se basa en la ley la ley del soberano absoluto. Sólo con la institución de un gobierno que pueda premiar las acciones correctas y castigar las incorrectas es posible la conducta moral. Sin una autoridad civil, sería tonto y peligroso seguir los preceptos morales, mientras con ella, la moralidad se convierte en un dictado de la razón. En último análisis, actuamos correctamente sólo porque ello conduce a la seguridad individual, y la primera condición de la seguridad es el poder civil absoluto.

Rousseau, Jean-Jacques (1712-1778)
Filósofo suizo, ilustrado y romántico, nacido en Ginebra. Su madre, Suzanne Bernard, muere a los pocos días de haber dado a luz, y su padre, Isaac Rousseau, le educa en casa leyendo con él novelas sentimentales y las Vidas de Plutarco, pero cuando por causa de un duelo se ve obligado a exiliarse de Ginebra para evitar la cárcel, abandona al pequeño Jean-Jacques de diez años de edad, que es acogido por su tío y enviado a vivir a pensión, junto con su propio hijo, en casa de un clérigo, donde recibe por primera vez una cierta educación escolar. Vuelto a Ginebra, entra a trabajar como aprendiz de escribano y de grabador. Cuatro años más tarde, en 1728, abandona su casa y Ginebra, tras llegar tarde a la ciudad y ver de lejos cómo se le cierran las puertas, y a sus dieciséis años se lanza al mundo aventuradamente.
En Annecy, Saboya, es acogido por un clérigo, que lo recomienda a una conversa al catolicismo, Mme. de Warens, quien a su vez lo envía a un catecumenado en Turín, donde abandona el calvinismo y es bautizado como católico; sirve como criado durante un tiempo en esta ciudad, y finalmente vuelve con Mme. de Warens, con quien establece una amistad materno-filial, que con el tiempo se transforma en amorosa y apasionada.
Transcurren diez años de lecturas, estudios, obras literarias de poca monta, aventuras, viajes, rupturas y regresos a Annecy, hasta que se produce la ruptura definitiva con la mujer que hasta entonces le había dado estabilidad emocional. Marcha a París, donde presenta a la Academia de Ciencias un Proyecto concerniente a nuevos signos para la música, que es rechazado; compone la ópera Les Muses galantes, Mme. d´Épinay lo introduce en el ambiente distinguido y es nombrado secretario de embajada en Venecia.
Vuelve a París en 1744 y comienza su trato con los philosophes, Diderot y d´Alembert sobre todo, y su colaboración en artículos para la Enciclopedia; conoce por esta época a Thérèse Levasseur, una mujer analfabeta a quien toma por compañera para toda la vida y con quien tendrá cinco hijos que serán depositados todos en la Maternidad pública. En 1749 va a visitar a Diderot, que se encuentra en la cárcel de Vincennes, y por el camino lee en el «Mercure de France» la convocatoria de un premio de moral por la Academia de Dijon, sobre el tema Si el establecimiento de las ciencias y las artes han contribuido a depurar las costumbres.
Su respuesta en forma de un «no» decidido, como crítica a los valores culturales de la sociedad de su tiempo y a los ideales ilustrados, constituye su primera obra importante, Discurso sobre las ciencias y las artes, premiada por la Academia y publicada en 1750. Aquí comienza el itinerario filosófico de Rousseau. La temática de esta primera obra es causa de una intensa polémica, que le da celebridad y que le obliga, hasta cierto punto, a proseguir por la misma línea. Tras decidir ganarse la vida como copista de música, se reconcilia con el protestantismo y con la ciudad de Ginebra y publica alguna ópera (Le Devin du village); en 1754 escribe Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, también como respuesta a una nueva convocatoria de la Academia de Dijon, que se pregunta «Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres y si la ley natural la justifica»; esta segunda obra, de mayor profundidad filosófica que la primera, no resulta premiada, pero Rousseau la publica en Amsterdam, en 1755, y la dedica a la república de Ginebra. En ella apunta la idea central del pensamiento de Rousseau: hallar en uno mismo aquella parte de naturaleza que la sociedad todavía no ha empeorado. Voltaire le comunica que ha recibido este «nuevo libro contra el género humano», y se lo agradece. Su actitud de negación y de reformador le hace sentirse incómodo en París, y acepta que su amiga Mme. d´Épinay le ceda su casa de campo, el Ermitage, para retirarse; allí trabaja intensamente, y lo hace luego en Mont-Louis à Montmorency y más tarde en el Petit-Château de Montmorency, donde permanece seis años. Durante este período, alterado por los vaivenes amorosos y las amistades rotas (con Diderot, con Voltaire), Rousseau escribe Carta a Voltaire sobre la providencia (1756) -en respuesta a su Poema sobre el desastre de Lisboa-, Cartas morales a Sofía (1757-1758), Carta a d´Alembert sobre los espectáculos (1758) -en respuesta a un artículo de éste, «Ginebra», en la Enciclopedia -, Julia o la nueva Eloísa (1756-1760) -tras enamorarse de su sobrina Sophie d ´Houdetot-, Emilio (1759-1761), El contrato social (1760-1761) y Cartas autobiográficas a Malesherbes (1762). Es la época de su mejor producción literaria, pero sus obras, sobre todo Emilio y El contrato social , son rechazadas en Francia y, por la primera de ellas, se le ordena prisión. Rousseau, privado ya de influencias y amigos, ha de huir a Suiza. Pero Ginebra prohíbe también Emilio y El contrato social y los envía a la hoguera; otros países, ciudades o universidades prohíben asimismo sus obras, y Rousseau se refugia en Môtiers-Travers, en Neuchâtel, bajo la protección de Federico II de Prusia; adopta desde entonces el traje armenio, y allí escribe Carta a Christophe de Beaumont (1763), en la que defiende las ideas de La profesión de fe de un vicario saboyano, incluida en el libro IV de Emilio, condenado por el arzobispo de París. En Cartas escritas desde la montaña (1764) rechaza el trato que la ciudad de Ginebra otorga a sus obras. La hostilidad contra él va creciendo por doquier: su casa es apedreada por incitación del cura de Môitiers; se marcha a la isla de Saint-Pierre y, finalmente, acepta la invitación de David Hume, amigo suyo, para trasladarse a Inglaterra. Instalado primero en Chiswick, en 1766, pasa luego a Wooton, pero las tensiones y el temor que lleva dentro hacen que se sienta perseguido y desconfíe incluso de Hume, y huye angustiado de Inglaterra volviendo a Francia con el nombre de Renou. Vaga por Francia, se casa civilmente con Thérèse Levasseur, en 1768, y se establece en París en 1770 donde permanece hasta 1778; vuelve a copiar música, clasifica hierbas y escribe sobre botánica Mientras tanto ha publicado Confesiones (1767-1771), escritas en buena parte durante su estancia en Inglaterra, y escribe y no acaba Las meditaciones de un paseante solitario . Se traslada en 1778 a Ermenonville, al castillo del marqués de Girardin, donde muere de apoplejía. El 9 de octubre de 1779, por decisión de la Asamblea Constituyente, sus restos son trasladados al Panteón.

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